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Sobre el amor

Del amor, al Amor

Dando amor se recibe amor. El más completo y puro Amor está siempre a nuestro alrededor ¡Siempre! Y presto, disponible… más aun, dispuesto, a fluir hacia quien se abre a él y endulzar su corazón. Es como el agua contenida en un gran embalse; con sólo que suceda que se abra la compuerta, ese agua va a salir abundante y caudalosa.                                                       presa tres gargantas

Es, por poner otro símil, como una nítida señal de radio, que se está emitiendo constantemente, con una gran potencia; sólo con sintonizar en la frecuencia que le corresponde, se podrá recibir con claridad su fuerte transmisión.

Pero para que esto suceda, es necesario realizar el trabajo de abrir esa compuerta; de sintonizar con esa señal. Si esto no se hace ¿cómo se puede esperar recibir esos resultados?

El ser humano se lamenta porque no se siente amado y no encuentra el amor en parte alguna. Cuando cree haberlo hallado en una persona, al cabo de un tiempo se da cuenta de que ese amor era ficticio, no era verdadero amor; y así continúa su búsqueda de amor.

Pero ¿lo encontrará si no se toma la mínima molestia de abrir la puerta del verdadero amor, que se encuentra en sí mismo, en su propio corazón?

Cuando un ser humano le exige a otro que le ame, significa que en algún momento presenta la inconsciencia o el olvido de que el Amor contenido en su propio corazón es lo único que verdadera y completamente puede saciar su hambre de amor y calmar sus ansias de paz y plenitud. Y que abrir el corazón al Amor, allá donde éste verdaderamente se encuentra, para llenarse de ese Amor, es la única vía segura de llegar a él.

En la intensidad de la ilusión mental y emocional, en la pasión y el flujo de la vida, a menudo el ser humano vive en la desconexión, o bien se descuida, deja de darse a sí mismo ese Amor verdadero, cierra sus compuertas, deja de sintonizarse con Él. Ilusionado por un amor reflejado y temporal, y confiado en la intensidad de lo aparente, olvida la realidad de lo permanente y, tan solo esperando recibir el amor de otra persona o situación, descuida su responsabilidad, se olvida de sí.

A menudo, el amor que recibimos de los demás es el resultado del amor que les damos, pues de forma natural les surge amarnos, en agradecimiento, y como resonancia, de nuestro propio amor. Les dimos abundante amor porque en principio, y por accidente en muchos casos, simplemente la sorpresa de la sola existencia de la otra persona, nos bastaba para abrir el corazón y hacernos sentir amor, hacia esa situación y hacia la otra persona. También, al principio, no nos ha dado tiempo a proyectar en los demás nuestro desamor, no teníamos ningun hecho que nos permitiera reflejar en ellos el desamor, no «nos habían hecho nada», o no teníamos aun la necesidad de mirar sus defectos. Y todo parecía ir, mejor imposible… Sin embargo, para quien anda distraído centrado en el amor que le dan y en ser amado, donde lo que corresponde es centrarse en el amor que se da y en amar, es simple cuestión de tiempo… Las consecuencias de olvidarnos del amor a nosotros mismos son, inevitablemente, sentir un profundo desamor, soledad y sufrimiento. Este hecho, olvidarnos de nosotros mismos, podemos reconocerlo por sus efectos: culpar de nuestras infelicidades y desgracias a los demás, lo cual es un error.

En el instante en el que cerramos las compuertas al Amor, éste permanecerá, inmenso, en donde se origina, y disponible, pero para nosotros, al otro lado de la compuerta que hemos dejado cerrarse, la experiencia es que el amor comienza a agotarse.  Llegará un momento en que ningún amor humano podrá saciar nuestro desconsuelo. Ciegos, no vemos que, quien ha dejado de amarse, soy yo, a mí; que me he abandonado… En nuestra inconsciencia de esta realidad, pero sintiendo tanto desamor, cargamos sobre los demás la culpa de nuestra irresponsabilidad. Encontraremos montones de defectos en la otra persona, situaciones desagradables de las que culparles, y muchos motivos para, no sólo mostrarnos incapaces de percatarnos del amor que nos daba o nos da la otra persona, ni tampoco sentirnos reconfortados en modo alguno por recibir ese amor (el que tuvieran, y a su modo), sino que además no somos capaces de manifestar gratitud y, más bien al contrario, arremetemos contra quienes nos aman para justificar nuestro sentimiento de falta de Amor, atacando todas sus faltas, protestando por sus carencias y señalando sus defectos. A menudo, como consecuencia de todo lo anterior, creamos nosotros mismos aquella realidad que supuestamente no deseábamos, y convertimos nuestras acusaciones en ciertas, a fuerza de proyectarlas; provocamos que naturalmente se cierre el corazón de la otra persona, o que se sienta culpable y desarrolle miedo (u otras emociones negativas que nada bueno pueden traer para la situación ni para nadie), o que, directamente retiren su amor de nosotros, y se marchen. Incluso, podemos llegar a convertirles en nuestros peores enemigos.

Quien así actúa, ni logra percatarse del Amor Puro que le envuelve y le rodea, y que además contiene ¡en su propio corazón! Ni tampoco en ese momento logra ver el amor humano que le brindan los demás. Si esa persona quiere alcanzar el estado mental en el que pueda, al menos, beneficiarse plenamente del amor humano, ha de aprender a verlo y ser más consciente de él cuando se le está dando, para favorecerlo en lugar de atacarlo, para contribuir a generarlo en lugar de a destruirlo. Para agradecerlo en lugar de juzgarlo.

El que no sabe ver es como quien no tiene ojos. La mente con sus deseos lo distorsiona todo e impide ver con claridad. Eliminando deseos, apegos y egoísmos, y orientándonos hacia donde realmente está la fuente del Amor, con amor, es como alcanzamos el Amor. Haciendo más y más esto en nuestra vida, nos vamos llenando más y más de ese Amor y llega un momento en que, llenos de Amor, hacemos fluir hacia los demás Amor. Y dando amor, se recibe amor.

Con amor todo es posible porque dirigiéndonos, con amor, al verdadero Amor, recibimos Amor. Y el Amor, lo hace todo posible.

Quien se dirige al Amor, con amor, quien de verdad realiza este trabajo, quien va más allá de pensar en ello y realmente lo hace, quien le resta fuerza a los deseos, apegos y egoísmos de su mente, quien abandona las exigencias y reproches, la culpa y el rencor, y se identifica con su corazón y, con amor, lo orienta hacia la verdadera fuente del Amor, se da cuenta muy rápidamente de que lo que antes parecía imposible, se torna fácil e, incluso, inevitable cuando se encuentra rebosando Amor: amar, no importa en qué condiciones.

¿Por qué no empezar ahora mismo a anhelar el Amor que todo lo hace posible? ¿Por qué no hacer el silencio en la mente cada día para dirigir nuestro amor hacia la verdadera fuente del Amor, para llenarnos con su Amor? ¿Por qué no dejar a un lado los deseos egoístas y dirigir la mirada al Amor, llenos de amor? ¿Qué clase de inteligencia tiene aquél que se ocupa de toda clase de cosas y se olvida de conectarse con su propio Ser abriéndose plenamente a Él?… En el Ser hallará todo aquello que busca y mucho más, que no encuentra en todas esas cosas.

No importa que en nuestro punto de partida sintamos que nuestro amor es imperfecto, limitado, confuso… Si realizamos el trabajo y hay un querer, un querer genuino, si sentimos un interés verdadero por dejar de culpar y queremos comenzar a amar, entonces, estamos abriendo esas puertas. Al principio, quizá poco, quizá, despacio… pero ya hemos comenzado el trabajo, ya estamos abriendo esas compuertas, ya estamos sintonizando nuestro corazón más cerca de esa frecuencia que nos conecta con el Amor más elevado.

Si te percatas de que por momentos quieres, pero por otros momentos te caes y te olvidas, no te preocupes, pues puedes acercarte a aquellas personas quienes están trabajando más intensamente en ello y beneficiarte de su impulso y de las prácticas que se han realizado desde tiempos inmemoriales, que nos ayudan a tomar una mayor conciencia de esto, como la meditación. Meditando en el Ser, en el Amor que es la fuente de todo amor, puedes experimentarlo: en la meditación experimentas que el Amor forma parte de nuestra propia naturaleza, y más aun, que nuestra naturaleza es Amor. Verás en esas personas ejemplos vivos de seres que caminan, entusiasmados, más allá de lo conocido hasta ahora (la búsqueda infructuosa del amor, limitados, necesitados, carentes y sufrientes) para vivir responsablemente su propio Amor y Felicidad. No hay fallo posible, todo ser humano posee esa riqueza en su interior y, si vuelca su atención e interés en des-cubrirla, y trabaja con sinceridad en ello, esa verdad se manifestará de forma natural, autorresplandeciente, sin más esfuerzo.

Una vez que el querer es genuino, una vez que se dice «sí» lleno de contento y se anhela volar hacia el Amor, con las alas del amor, se están abriendo las compuertas y, sin otra opción posible, los canales por los que puede fluir el Amor se llenarán, y éste fluirá hacia el corazón abundantemente.

A nadie se le puede obligar, nadie más que uno mismo tiene la decisión de abrir o cerrar su corazón o dirigirlo en una u otra dirección. Para elevar su conciencia y encontrar el Amor en sí mismo, para encontrar a su verdadero Ser Amoroso, el ser ha de quererlo, y ha de quererlo de verdad. Cuando llegue ese momento en que lo quiera de verdad, entonces alargará la mano y podrá asirse y beneficiarse de aquella que se le tiende para ayudarle en el más noble de los propósitos: ser amado AMAR.

 

2 comentarios en “Sobre el amor”

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