No luches tanto por tus principios.
Luchar, «la lucha», es percibida por los demás, normalmente: o bien como una agresión, o bien como una muestra de que, quien tanto lucha, sufre de una gran insatisfacción en su vida, por lo que busca cambiar las cosas ahí fuera para tratar así de solventar esa insatisfacción.
Y esto ¿Qué genera?: en el primer caso, el de percibir la lucha como una agresión, provoca la defensa de la mayoría contra quienes se dirige esa lucha, lo que significa más lucha, conflicto, reactividad. Genera, a menudo, el efecto contrario del que se pretende.
En el segundo caso (el de que se perciba en la persona que lucha una gran insatisfacción) se genera en los demás una absoluta falta de interés por tal lucha, un distanciamiento hacia lo que diga quien la defiende, una fuerte desmotivación… Al percibir a la persona que lucha como alguien sufriente e insatisfecha, aparecen en las demás muchos cuestionamientos internos a la hora de simpatizar con ella, todo tipo de resistencias que surgen automáticamente desde el inconsciente (el guardián por defecto, que busca nuestro equilibrio psíquico), por lo que se resisten a esa lucha a la que se les está invitando y verse arrastradas a la misma amargura que observan en quien les plantea tal lucha, por muy bonitos que puedan parecer los motivos y los argumentos para ello.
Ahora bien, si hay un gran interés en transmitir ciertos principios a las demás personas, podríamos reflexionar sobre esto: quien es feliz genera a su alrededor, de forma natural, una gran atracción, una motivación espontánea de sintonizar con esa felicidad que experimenta. Las demás personas se entusiasman fácilmente por vivir sus principios, los cuales él o ella vive con plenitud, independientemente de que estos sean vistos, valorados o reconocidos por otras personas, pues lo hace por su propia satisfacción personal; es esto, precisamente, lo que a los demás les resulta muy llamativo y les inclina, sin tener que pensarlo, a mirar con buenos ojos (y, si lo ven oportuno, incorporar a sus vidas) los pensamientos, sentimientos, palabras, actitudes y actos de quien ven que es feliz, pues les parece que así es posible experimentar o intensificar su propia felicidad.
Si tus principios te amargan, difícilmente podrás compartirlos… salvo amargadas excepciones.
No luches tanto por tus principios; sé feliz en ellos.
Muy buen artículo. Gracias 🙂
Hola Belén. Gracias a ti por tu valoración. Un abrazo 🙂