Lo más peligroso no es que alguien te maltrate, sino que, haciéndolo, te convenza/s de que no es así, o no logres verlo.
No veas el mayor peligro cuando te hacen el mal gesto explícito. Ese es el momento más honesto y al que podrías llegar a estar agradecid@. Te da claridad, coordenadas correctas. Te permite tomar las decisiones acertadas y te brinda la oportunidad de darte cuenta mejor que en cualquier otro momento del proceso.
El mayor maltrato, del que más difícil es desprenderse, se da cuando te lleva(s) (sin darte cuenta) a una ciega transigencia, e incluso simpatía, a una compasión, (o en el peor de los casos sumisión) respecto del «agresor» (o de la situación a la que pretende arrastrarte o mantenerte); cuando aluden a tu corazón, a tu bondad, cuando te halagan, cuando te agasajan, cuando te alaban, cuando te aplauden, cuando te reconocen méritos, te obsequian con regalos, o promesas, o llegado el caso te sorprenden con el muy meritorio, sanador y reparador acto de pedirte perdón.
Con esto, en estos casos, se procuran: o bien abusar y aprovecharse de ti, o bien anularte en un momento en el que te perciben como obstáculo o competencia para obtener algo que desean, ya sea de ti o de otra/s personas, para lo que se hace preciso anularte, a ser posible sin que lo percibas, ni hagas por defenderte o defender a las víctimas.
No quiero decir que siempre que te traten bien te están maltratando. ¡Por favor! No pierdas la fe en el ser humano bienintencionado. Solo pretendo que reflexionemos para alcanzar a comprender que una persona que no cultiva las buenas intenciones, y que aspira a salir adelante de cualquier manera a costa de las demás personas, necesitará aprender el dominio de estas artes con tanta habilidad como necesita la garrapata, para vivir, llegar a la zona donde no alcanza a rascarse el perro. Es su supervivencia en un mundo (el que viven) sin amor.
Es necesario aprender el arte del DISCERNIMIENTO para darte a ti lo que estos seres no te pueden dar.
Los más retorcidos maltratos que he vivido en esta vida, y que más sufrimiento han provocado, se ajustan a este principio:
«Cuando la amistad comienza a flaquear y a extinguirse, pone empeño en acentuar su cortesía» (William Shakespeare).
No obstante, cuando logres tomar conciencia, y destapes el maltrato encubierto, se producirá una segunda fase de maltrato, más expreso pero aún manipulado y no del todo explícito, en el que ya no te aplauden, sino todo lo contrario, te señalarán faltas y defectos, para intentar justificar que mereces ese maltrato que recibes y con el que te invitan a volver a la primera fase antes descrita ya que, si cedes, y te sometes, serás agasajado, aplaudido, alabado, obsequiado, etc.
Pero si por el contrario logras superar ese estadio y te mantienes firme, entonces es cuando tienden a estallar los maltratadores y es el momento en que más se ponen en evidencia, porque utilizan la agresión más directa y sus peores formas.
Si pasas por estos procesos con consciencia, puedes terminar por romper el patrón del maltrato, con la fuerza que da el paso por su último estadio, y salir fortalecido y lleno de luz, de claridad, de sabiduría. El momento más oscuro puede preceder a la salida del más cálido sol.
Si pasas por estos procesos sin consciencia, este patrón se puede convertir en algo cíclico e infernal, ya que con la agresión directa te llenas de miedo y dolor, lo que te justifican con tus faltas y defectos, con lo que te culpas quedándote en un maltrato autoimpuesto, o bien si es preciso, te elevan al primer estadio llenándose de una lastimosa actitud victimista y un esforzadísimo acto de pedir perdón, con lo que alcanzan tu compasión, volviendo de nuevo al estadio inicial encubierto, en el que vuelven a aplaudirte, alabarte y obsequiarte por ser tan «buena persona», buena y maravillosa, (claro está) mientras puedan mantener su dependencia, y tu enganche… y esto se puede eternizar, en tanto que haya una carencia y una necesidad de desarrollar la cualidad más básica para una vida consciente: El amor a un@ mism@.